Recién llegada,
dejando atrás mis logros y desgastes,
busco los rastros de mi madre
al pisar la banqueta…
Atravieso el portal
no hay ningún candado
ingreso a su recinto pero vacía está la sala.
No obstante,
retumban sus palabras
ruegos y peticiones,
aquellos que urgían mi retorno
y que llegaron a mí no supe cómo
mientras que otros chocaron en los muros
o se perdieron
en esas nostálgicas distancias que dividen.
Tanteo las paredes, espejos y pasillos
y no me identifican
pues soy la extraña
que vuelve a lo conocido pero ha sido olvidada…
Sigo, sin embargo,
palpando los vestigios de mi madre,
sus huellas del quehacer en la cocina
la ropa remendada, la maceta reseca,
ella anduvo aquí
esculcando mis penas
cuando yo sobrevivía
en mansiones ajenas
y en las agriculturas de un país extraño.
Es verdad,
mi madre me invocaba,
sus gritos aún impregnan la recámara,
me cuidaba a lo lejos
desde el patio de orquídeas y naranjas,
siempre me atrajo
con su cordón invisible
o visible—ahora ya lo sé,
pues lo vengo deshilando desde el Norte,
me hizo volver en años luz
o en segundos de sombra
hacia ella, siempre hacia ella,
guiando mi regreso hacia el hogar perpetuo…
Keyes, California, mayo 2023