Al deslizar
mis pies
sobre la ola
millones de años
de blancura
se convierten
en la arena
que me arropa
en un instante
y el barniz
que protege
a esta agua
libera
y ajusta
la mirada
sin importar
el rodeo
de neblinas
y de ferocidades
que atacan
por todos
los costados...
Yo siento
que aquí
acompaño
al planeta
desde cuando
llegó
el primer meteoro
y me recuerda
estar vivo
y renovado
para recuperar
horizontes imposibles
y la última esperanza...
Es que esta playa
en Varadero
es una piscina
que la naturaleza
es terca
en ofrecer
a mí
a ti
a los turistas invasores
que escucho
allá a lo lejos
y a los nativos celosos
de lo suyo
enfrentando
a unas millas
el humo
de industrias
y civilizaciones
que todavía
intentan devorarlos...
Aquí y allá
pues
el tapete de espuma
me sostiene
y el líquido cristal
es terco
en remojar
mis ampollas reventadas
mis uñas carcomidas
y mis gastadas piernas
tercas
en explorar
lo todavía virgen
los cambios
y las transformaciones
que produce
el ritmo ancestral
de los océanos
y las palpitaciones
de aquellos corazones
que sueñan
aún en las revoluciones
Varadero, Cuba, junio 2018